18 May Rhythm & Sticks: un juego para el aula de Música
Rhythm & Sticks:
un juego para el aula de Música
Durante años, la percusión en la clase de Música ha sido una ventaja o un verdadero inconveniente.
Aquellas personas que han tenido la suerte de contar con una mínima formación musical en percusión y con el material adecuado para implementar la práctica rítmica en clase han disfrutado de actividades absolutamente lúdicas donde quien las dirige las vive con intensidad y las personas que participan en ellas disfrutan de una experiencia única.
Agustín Renau, químico y aficionado a la música, me propuso un juego en el que uno de los dos tocaba con unas baquetas sobre una base de ritmo y la propuesta rítmica era la combinación de 4 cartas en las que había distintas figuras. El juego se vio enriquecido cuando las propuestas rítmicas eran modificadas por el crupier añadiendo dificultad, llegando a proponer combinaciones «intocables» para personas sin formación en percusión. Además, esta propuesta generaba un clima de humor puesto que se trataba, por decirlo así, de demostrar que un químico podía poner en apuros a un profesor de música con una dilatada trayectoria musical.
No había duda, ese juego debía llegar al aula.
Aquellas personas que han tenido la suerte de contar con una mínima formación musical en percusión y con el material adecuado para implementar la práctica rítmica en clase han disfrutado de actividades absolutamente lúdicas donde quien las dirige las vive con intensidad y las personas que participan en ellas disfrutan de una experiencia única.
Agustín Renau, químico y aficionado a la música, me propuso un juego en el que uno de los dos tocaba con unas baquetas sobre una base de ritmo y la propuesta rítmica era la combinación de 4 cartas en las que había distintas figuras. El juego se vio enriquecido cuando las propuestas rítmicas eran modificadas por el crupier añadiendo dificultad, llegando a proponer combinaciones «intocables» para personas sin formación en percusión. Además, esta propuesta generaba un clima de humor puesto que se trataba, por decirlo así, de demostrar que un químico podía poner en apuros a un profesor de música con una dilatada trayectoria musical.
No había duda, ese juego debía llegar al aula.
Las cartas tomaron forma, así como las baquetas, y se incorporó al juego una extensa lista de canciones con un beat muy claro para poder jugar sobre una base musical.
En cada una de las clases en las que se introducía el juego (de primaria a 1.º de Bachillerato) se modificaba la atmósfera de la clase, y siendo honesto, el hecho de cambiar a las parejas con el cambio de estilo musical le dio el toque final. Agustín aún trata de imaginar a la juventud de mi instituto jugando con diferentes canciones, y recientemente me preguntaba por la posibilidad de tocar sobre un tema actual tipo reguetón. ¡Sin duda!
En periodos de 25 minutos el juego es realmente útil incluso para modificar la dinámica de cualquier clase. Se interiorizan numerosas combinaciones rítmicas y toda la clase es capaz de tocarlas. Esta última cuestión es fundamental puesto que la profesora Roser Sabater fue quien realmente propuso que el juego fuera realizable por todas las personas de la clase a la vez. Et voilà!
Modalidad A
La modalidad A es la forma de asegurar la participación colectiva puesto que el profesorado elige qué figuras se tocan en común (adaptando el nivel a las competencias rítmicas de la clase). Si se proyectan las figuras, el ritmo es accesible visualmente a toda la clase, pudiendo reaccionar todos los alumnos a la vez, sin que nadie se quede sin participar.
Modalidad B
La modalidad B es un desafío para las personas que juegan puesto que los roles se invierten, pero además hay que resaltar que el objetivo no es otro que tocar rítmicamente sobre una base. La meta es común, no hay vencedores ni vencidos. La persona que ejerce de crupier debe asegurar la consecución del objetivo (la ejecución del ritmo correctamente).
En los juegos se necesita un comodín, una alternativa, un subterfugio con el que alcanzar un objetivo, ¡el JOKER! Sin embargo, nuestro comodín ofrecía la posibilidad de completar el juego con otro sonido, la voz. Palas Atenea nos invita a emitir un sonido con la voz y aquí aparece el sentido del humor, la verdadera necesidad de jugar y divertirnos que tenemos los seres humanos. Durante este tiempo de práctica previa a la edición y promoción del juego, en clase, se oyeron todo tipo de animales, sílabas, silbidos, sonidos guturales, gritos, vocales en todas las intensidades y tesituras, y un largo etcétera de propuestas cuyo espectro de sonidos respondería a la palabra desahogo (siempre con una sonrisa).
El juego en sí mismo se ha convertido en una propuesta maravillosa cuyos resultados ya son evidentes puesto que se ha podido utilizar como complemento/herramienta para evaluar conocimientos teóricos y habilidades.
¿Quién no quiere jugar? ¿Y reírse?
P. D.: Agustín Renau y yo aún tenemos pendiente una partida en la que nos vamos a reír, ¡seguro!
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